TODO ES REAL, NADA ES REAL
Muy a menudo el arte tiene que ver con lo cotidiano, muchas veces es una metáfora de la vida cotidiana. Ese moverse entre objetos y lugares que nos son familiares excita en algunos locos, sugerentes intenciones artísticas, imaginaciones que pueden convertirse en sorprendentes relaciones entre los paisajes, las personas y las cosas. Todo material, del más humilde al más excelente, es susceptible de hacer brotar una imagen nueva con diferentes significados. Esa traslación del sentido original a un universo de significados cruzados constituye el trasfondo de estas obras.
La fotografía, hoy, me interesa menos como argumento de una acción o una realidad, más como campo en el que practicar la creación de metáforas de carácter emocional convenientemente estetizadas.
Cada cosa puede ocultar un misterioso interior, un significado oculto susceptible de ser descontextualizado por el autor para construir sus fantasías personales.
Como ladrillos desordenados en la construcción de un edificio imposible, los elementos utilizados en esta colección, siendo reales, se enredan en un extraño y provocativo maridaje conceptual.
La propuesta es la provocación de preguntas, cuestión ya interesante en sí misma. El observador siempre termina la obra… o no, tiene la última palabra… o ninguna. La pretensión consiste en activar en él una red de conexiones a las que trate de dar sentido… o no. Cuando no encontramos una respuesta coherente, es entonces cuando pasamos a dejarnos llevar por la imaginación.
Lugares inventados con personas, animales o cosas que nunca estuvieron allí.